Columna de Opinión:
Diálogo, una reiteración necesaria
Es momento de que deje de ser una muletilla, una respuesta fácil.
Los conflictos son parte de la vida cotidiana, necesarios para movilizar los cambios que permiten evolucionar. Nunca estaremos exentos de ellos, es la forma de resolver las contradicciones que surgen. Lo importante es abordarlos y no esperar a que estos se radicalicen y pierdan su objetivo, lo que muchas veces ocurre en negociaciones donde el diálogo sistemático ha estado ausente.
Por muy común que sea el diálogo, carecemos de habilidades y herramientas que lo faciliten. ¿A cuántos nos han enseñado a escuchar? ¿A empatizar? ¿A mapear un conflicto? ¿A construir un espacio seguro que nos permita ser vulnerables y acoger las debilidades del otro sin utilizarlas en su contra? ¿A darnos un poco de tiempo para construir confianza, para hallar el punto más bajo de la pirca, citando a Alfredo Zamudio, de Fundación Nassen? ¿A confiar lúcidamente, como propone José Andrés Murillo, de Fundación Para la Confianza?
Hemos tenido el privilegio de ver cómo en algunas empresas procesos conscientes de diálogo han podido involucrar a empresarios, ejecutivos, dirigentes sindicales y al Estado mismo, logrando dejar de lado la lógica transaccional para pasar a una relacional, que permite profundizar la conversación y construir nuevas aproximaciones a problemas antiguos no resueltos. Quienes participan se asombran de los puntos en común que tienen con sus supuestos adversarios, y agradecen la oportunidad de participar en un proceso de transformación que les permite ser valientes y dejar de lado los prejuicios atávicos para hablar desde lo real.
Instalar habilidades de diálogo en nuestros trabajadores —ejecutivos y operarios— es una causa deseable. Es el momento de que el diálogo deje de ser una muletilla, una respuesta fácil, una frase de buena crianza que se queda sin plan de acción, sin resultados concretos, denostándolo y despojándolo de toda su fuerza. Es momento de ir más allá, de conciliar de una vez por todas esa contraposición entre orientación a los resultados y orientación a las relaciones. Solo sanando e invirtiendo en esas relaciones vamos a ser capaces de lograr los resultados que colectivamente queremos en este momento histórico para Chile.